miércoles, 1 de abril de 2015

EL MATE


Aunque no me lo han confesado, en lo más íntimo siento que han conjurado Gnomos, Hadas y Delfos para que con sus mágicas pociones combinaran las hiervas, para que en su sabor amargo y fuerte, encontraramos un amigo cómplice y confidente, en horas de soledad; capaz de transformarse en el sutil hilo de plata que une amigos, cuando compartido; y a grandes amores, cuando cerca.
Quien diría que un porongo con hiervas, sería capaz de hablar sin palabras, despertando sonrisas, amores y amistad cuando entregado con la mano derecha; 
Y desamores e inemistades, cuando con la izquierda.
En la litúrgica práctica de prepararte,  hemos aprendido que las cosas saben mejor, en su tiempo, que la anciedad, el querer adelantar el tiempo, puede no ser la mejor decisión. 
Que bebemos aprender a degustar con calma a los buenos momentos, dominando nuestro ímpetu,  para que los silencios, sus aromas y gustos, sean los que nos envuelvan.
Tu sabor amargo y buen compañero,  del rico y el pobre, que por las mañanas nos estimulas a seguir con energía; que por la tarde te acoplas perfectamente como digestivo del almuerzo; pero que además,  con azucar, invitas a la charla casual y vana de las comadres que tienen poco para hacer; y a los enamorados, en el roce sutil y ocasional de las manos, crea el clima ideal y erotiza al tiempo. 
Eres incomprendido por quienes no te han probado,  te ven exótico y atractivo, pero en tu amargo sabor no vislumbran el nectar dulce y la caricia tierna, que solo se perciben cuando hemos comprendido su dimensión.
Pero para nuestro pueblo, eres tradición,  eres identidad, y traes implícita en ti nuestra historia, es el plus casi imperceptible de la magia creada por el mate.